martes, 14 de enero de 2014

Una nueva vida

El día que despedimos a mi madre hizo tanto sol que deslumbraba mirarse en las lágrimas de los demás. La noche llegó pronto, como la gente a la iglesia, y se marchó con el día en que Alice Munro ganó el Nobel. Fue como si mamá guiñase uno de sus ojos de siempre desde su nueva y extraña forma de vida. Mi vida querida fue uno de los últimos libros que leímos, parándonos a acariciar páginas como si fuesen la cara de la abuela, diciendo yo en voz alta alguno de esos finales sin truco ni red de Munro, como la luz del faro de la Torre que vuelve una y otra vez al mismo punto en la inmensidad de la noche. "... Y sigo atrapada, a la espera de que me dé una explicación, a la espera de oír el ruido de su cuerpo al caer al agua". Mi madre y yo nos miramos asustadas alguna vez, como si algo tremendo estuviese pasando sin que nadie lo supiese. No en la casa de al lado. Aquí. Dentro. Dentro de nosotras. Como el estallido de una vida que se ha gestado en silencio. Como los primeros síntomas de toda la vida por venir.